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Soluciones extraordinarias para problemas extraordinarios. Concesionando nuestro patrimonio (I)

Siempre me ha llamado la atención y vengo años reclamándolo, que el sector público no puede mantener el nivel de conservación y alojamiento de todo el patrimonio artístico que se atesora. Fue en el siglo XIX cuando comenzaron de manera continuada las políticas de conservación del Patrimonio Artístico que se teníamos. Por ejemplo, el museo de Bellas Artes de Córdoba fue inaugurado en el año 1862 debido a la necesidad de conservar los fondos conservados en el museo provenientes de las desamortizaciones que hicieron públicas numerosas obras de arte que pertenecían a diversos conventos cordobeses. Los poderes públicos comenzaron a recopilar todo tipo de obras artísticos y restos arqueológicos para su posterior estudio. Pero siempre me he preguntado el porqué, una vez estudiada la obra y catalogada, cuál es el último fin de guardarlas de manera pública, máxime si estas no pueden ser contempladas. Como ejemplo un botón. En Córdoba, ciudad y provincia ricas en patrimonio artístico fruto de sus más de 2.200 años de historia no se tiene la capacidad de guardar todo el material arqueológico así como artístico que se tiene, conociéndose situaciones kafkianas como el que los arqueólogos guardan en sus propias casas materiales que encuentran en las excavaciones o que alguno de los fondos pictóricos y artísticos de la Diputación estén arrumbiados en dependencias públicas. En paralelo a este hecho tenemos que la llegada de las impresoras en 3D permiten poder imprimir de manera fidedigna cualquier tipo de objeto, una vez que se radiografía el mismo. No en vano el Smithsonian comenzaba en el año 2011 una estrategia de digitalización en 3D de los objetos que albergan. Propuesta Ante esta situación, no estaría mal plantearse cómo poder capitalizar todos los restos arqueológicos y artísticos que se tienen arrumbiados en dependencias públicas y ponerlos a la venta o en régimen de concesión para todos aquellos ciudadanos que quisieran pagar por contemplar ese tipo de obras de manera particular. El sector público, último propietario -o no-, de las obras, siempre tendría el acceso al conocimiento generado por la obra y una réplica exacta de la misma. ¿Para qué tener algo guardado si nadie lo puede disfrutar y no tenemos sitio para exponerlos? El dinero recaudado podría destinarse a mantener una infraestructura cultural cada vez más costosa que los ciudadanos con sus visitas no son capaces de financiar ya que el coste de su mantenimiento está muy por encima del dinero recaudado por sus vistas.

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