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En estos días, parecen que se atisban las luces al final del camino de dos de las grandes infraestructuras que Córdoba lleva esperando desde finales del siglo pasado: el palacio de Congresos y Rabanales 21. Ambas infraestructuras tienen algo en común: en ambos casos el tiempo transcurrido desde su conceptualización hasta su puesta en marcha van a superar los díez años de papeleos, trámites y burocracia. Más de una década desde el esbozo inicial hasta su definitiva puesta en marcha. Por eso uno se queda atónito, cuando lee en palabras del nuevo consejero de Innovación declarando que Rabanales XXI va a llegar a suponer entre un 3 y un 5% del PIB de Córdoba en 10 años. Si esto es así, ¿cómo se explica que no haya sido la prioridad número uno de todas las administraciones públicas presentes en nuestra ciudad en estos años? ¿Cómo se come que se haya tardado tanto en su puesta en funcionamiento en una ciudad que se encuentra a la cola de España en términos económicos? Al igual que ocurre con Rabanales, ídem del lienzo con el palacio de Congresos. Si se sabe que cada congresista que visita Córdoba gasta 300€ al día, ¿cómo es posible que Córdoba haya perdido 7-8 años en la construcción de un palacio de Congresos y con ella la creación de cientos de puestos de trabajo por una nefasta gestión? Ambos son ejemplos de lo que sinceramente creo: que a los políticos en general y a los andaluces y cordobeses en particular, los plazos y el tiempo se las trae al pairo, entre otras razones, porque su sustento económico no depende del éxito de estos proyectos, sino de una reeleción cada 4 años. Pregúnteles ahora a los que se buscan las habichuelas por su cuenta y a los trabajadores que dependen de estos, sobre la importancia del tiempo en cualquier proyecto y les dirán que el tiempo lo es todo. Al igual que sobre el aborto, por definición, no puede legislar una persona que no haya sido padre o madre, este tipo de proyectos no pueden ser liderados por personas cuyo sustento no depende de la calidad de su trabajo. Necesitamos cambiar como sociedad, y la clase política la primera. Nuestro futuro depende de ello y los ejemplos de gestión desastrosos son palpables, ¿no?
